AU REVOIR, VOLE LIBREMENT
- Victor
- 5 jul 2024
- 3 Min. de lectura
En el mundo del deporte, parece que ser un competidor de élite, exitoso y reconocido mundialmente, especialmente en disciplinas populares, implica estar adherido sin el más mínimo análisis al 'paradigma' nacional, popular y progresista.
Si por alguna razón ese exitoso deportista se desvía de la supuesta línea roja del paradigma, aparecen las ‘lenguas ligeras’ con sus conceptos rimbombantes, crucificándolo en la “cruz del desclasado”. Sin embargo, en su día a día, estos críticos se quejan del limpiavidrios que, en una esquina cualquiera de la ciudad, se lanza al parabrisas por unas monedas, estropeándole la cera que da brillo a su mediocre ‘nave’ con aires de intelectual.
Detrás de un micrófono o una cámara, critican a aquellos que desde pequeños se arriesgaron a intentar el camino a la ‘élite’. Estos grandes 'dolubos' del pensamiento se hacen los idiotas para justificar su incomprensión sobre el origen y sacrificio de esos deportistas. ¿Entienden acaso cuántas navidades pasaron alejados, cuántos sinsabores tuvieron que soportar para que el espectáculo continúe para el público que los ‘idolatran’ por lo que hacen con un esférico, al volante de un auto o remando incansablemente? No lo saben, porque su "conciencia de clase frustrada" les impide ver al exitoso como lo que es: un ser que trabajó incansablemente de sol a sol, soportando glorias y penas con la misma fortaleza estoica, priorizando la razón sobre la pasión desmedida. Estos críticos creen ser ‘águilas guerreras’ durante el día, pero la oscuridad de su interior les revela lo que realmente son: carroñeros que no pueden cazar su propia presa.
Los deportistas de élite saben lo que se necesita para llegar a la cima, y tienen muy claro que no buscan ser ejemplos de vida, sino que tienen conciencia de sí mismos. Se demuestran a sí mismos que la visión que tuvieron de niños, por modesta que fuera, fue el combustible de su éxito actual. Estos deportistas son la prueba viviente de lo que fueron y lo que son gracias a su razonamiento, sacrificio, valentía y resiliencia. Saben mejor que nadie que el camino está lleno de espinas, piedras, barro y tramos sin guía. Ellos entienden lo que significa luchar por una visión genuina, propia, dibujada o esbozada en la niñez. Son seres de luz que brillan por su propia luz, y ningún crítico con su filosofía barata y zapatos de goma puede apagarla.
Lamentablemente, estos críticos se convierten en maleza que no deja crecer la semilla. Si la semilla logra germinar, comienzan a desnutrir la tierra que le da vida, convirtiéndose en los validadores de la verdad. Se consideran dueños de la libertad, pero no de su propia libertad, lo cual sería honorable y ético, sino de la libertad de los demás. Se creen con el derecho de bloquear la libertad de los otros porque así lo dictan sus propias emociones del fracaso. Por favor, vuelvan a la niñez, busquen sus sueños y comiencen a vivirlos, forjarlos. Crean en sus visiones de la niñez, motor y vida de una vida en plenitud.
Así que les digo, mis estimados hipócritas, dejen de posicionarse como los dueños de la libertad, del éxito, de la esperanza y del progreso. Estimados hipócritas del café y la humedad, dejen de reducir su libertad a la mínima expresión y abran sus cabezas a la libertad de pensamiento y de ideas que los impulsarán a perseguir sus sueños desde niños. Sean libres, no corderos disfrazados con traje prestado de lobo. Por favor, vuelvan a la niñez, busquen sus sueños y comiencen a vivirlos, forjarlos. Crean en sus visiones de la niñez, motor y vida de una vida en plenitud.
¡Au revoir, vole librement!
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