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Coherencia en la era digital: el lujo que no se negocia

  • Foto del escritor: Victor
    Victor
  • hace 5 días
  • 4 Min. de lectura

1. El algoritmo puede ganar… si lo dejamos

En la era digital, todos queremos ser auténticos… hasta que el algoritmo nos pide otra cosa. Y ahí, sin darnos cuenta, empezamos a negociar con nuestra propia identidad. Un error que siempre saldrá caro.

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Imaginemos un mundo donde marcas personales, profesionales o empresariales vinculadas al medio ambiente y la sostenibilidad cambian su discurso en 24 horas: El lunes dicen “somos sostenibles”; el martes, silencio total ante un escándalo ambiental; y el miércoles, un post motivacional como si nada hubiese pasado en 72 horas.

La audiencia no es tonta. Percibe la incoherencia antes de leer la letra chica, especialmente cuando dejamos al algoritmo hacer y deshacer.


Entonces, pensemos: en un ecosistema donde lo efímero se evapora en meses, ¿qué queda?... Solo quedan principios y valores.


Las redes sociales son herramientas que vinieron para quedarse —tangibles e intangibles—, potentes, aceleradoras de procesos. Pero no sustituyen la coherencia sólida que sostiene reputación y posicionamiento en el tiempo.

 

2. Velocidad no es solidez

Hoy, un post viral puede inflar una reputación en semanas, medible en likes y shares, pero totalmente efímera si no se ancla en coherencia.


Veamos un ejemplo: los “políticos emergentes” que explotan en viralidad y llegan a cargos en meses (incluso al #1 o #2 de un país). Todo maravilloso… hasta que la realidad exige sustento. Ahí es donde se desploman.


No es casual. Las redes aceleran posicionamientos, pero no construyen principios instituyentes. Sin ellos, la reputación carece de bases sólidas y difícilmente logra “entrar” en la mente del otro.


Sinteticemos: en un mercado saturado y cambiante, donde las marcas zigzaguean por engagement, la incoherencia no solo erosiona la confianza: la pulveriza.


Recordemos que el 84% de las personas necesita compartir valores con una marca para adquirirla, según Edelman Trust Barometer 2024.


La confianza -valor fundamental de cualquier relación social- no se mide en meses efímeros, sino en trayectorias que resisten tormentas. Como bien recuerda aquel axioma económico y político repetido por décadas: “la economía se sostiene en la confianza que se tiene en su moneda”.

 

3. Coherencia no es repetir hasta el hartazgo frases bonitas

Aquí muchos se equivocan y marcan anticipadamente el camino del fracaso.


Primero: coherencia no es repetir lo mismo eternamente. No.

Lo que se mantiene es el núcleo identitario, y lo que puede variar es el envoltorio.


Pensemos en una empresa ecológica: puede innovar, equivocarse o expandirse. Lo que nunca puede es callar su esencia cuando conviene. Porque cuando calla, afecta el núcleo identitario.


Segundo error: caer en la trampa del engagement a cualquier precio.He visto emprendedores que ayer eran minimalistas escandinavos y hoy venden cursos de riqueza exprés. Es decir: sacrifican identidad, valores y calidad de contenido con tal de generar interacción.


El engagement sube, sí.Pero la reputación cae en picada.


Porque el núcleo identitario es complejo y las redes solo funcionan como catalizadores, no como constructores.


Y aun así, muchos se entregan a la mercantilización y a la inautenticidad del mundo

influencer. La visibilidad se vuelve un brillo efímero que se apaga rápido. En cambio, los valores perduran y fortalecen una coherencia que sostiene el posicionamiento frente a competidores que mutan diariamente.


Aquí el aporte comunicacional es clave: alimenta a las redes, amplifica el contenido del núcleo identitario y permite diagnosticar audiencias en tiempo real, ajustar estrategias sin perder el eje y construir reputación basada en valores compartidos.


Recuerda: si el timón no lo sostiene la coherencia, el posicionamiento se vuelve volátil, víctima de algoritmos que premian lo efímero.

 

4. El que sostiene principios se convierte en imán

Esta dinámica refleja procesos sociales más amplios. En tiempos donde lo político-partidario hace agua por no anclar en las nuevas formas de relación, surge una polarización feroz. La competencia por narrativas es intensa, pero la coherencia aún no aparece como el gurú que realmente es: el antídoto natural contra la fragmentación.


No se trata de militancia digital persiguiendo interacciones. Se trata de observar cómo los valores éticos perdurables resisten ciclos electorales o modas virales, proyectando reputación más allá de lo virtual.


Y mire qué ironía: en un mundo donde todos compiten por atención partidaria, el que sostiene principios coherentes se vuelve imán, no eco.

 

5. Aportes desde la planificación comunicacional

Desde mi perspectiva, la regla de oro es simple:

Antes de publicar, pregúntate si esto lo dirías dentro de cinco años frente a tus clientes más leales. Si la respuesta es no, directo al archivo.


Esto no frena la innovación: la fortalece. Las redes aceleran la coherencia cuando no se sacrifica identidad.

 

6. ¿Qué premia la era digital?

Premia a quien sostiene su identidad cuando nadie mira. No al que más grita ni al que cambia de piel según la tendencia del día.


Cuando todos zigzaguean por competencia efímera, quien ancla su camino en principios y coherencia se convierte en imán.


Las redes no son dueñas: son aliadas. Aceleran el camino que tú eliges cuando tu identidad -tu núcleo identitario- es el piloto y copiloto de una reputación sólida.

La coherencia no es una estrategia de marketing.

Es el único lujo que nadie te puede copiar.



Por Victor Olivares

 

 
 
 

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