Confianza; confianza… vence el temor de hablar en público (Parte 2 – Oratoria)
- Victor
- 13 sept 2021
- 3 Min. de lectura
Antes de comenzar es importante poner en claro que el temor está arraigado como elemento constituyente del ser. Entonces, reconocer el temor es un buen camino para minimizarlo y superar esas manifestaciones que en determinadas situaciones paralizan la acción del orador.

Todo todo aprendiz en el arte de hablar debe poner estas prácticas lo siguiente:
1.Observar y estudiar a oradores experimentados, es la primera lección. Y para ello deberá:
Estudiar la unión coherente de los tres pilares fundantes de la oratoria:
lo que se dice con la palabra hablada;
lo que se dice con el cuerpo, gestualidad y voz del orador, y
lo que se dice con las herramientas para-gráficas de apoyo.
2.Estar convencido que ‘con la palabra, se entiende la gente’, es la segunda lección. Una idea, un sentimiento, una opinión, una justificación…, sólo se expresa mediante la palabra pues ella es el vehículo natural para poner en común para ganar la confianza y aceptación de ellos.
3.Trabajar la autoestima es la tercera lección. El ser humano es exigente por naturaleza y siempre se califica. Si se es consciente de sus capacidades, fortalezas y limitaciones le será fácil manifestar una autoestima positiva, y ello se reflejará en la imagen global de la oratoria.
4.Planificar y establecer tiempos, es la cuarta lección. Toda actividad requiere un mínimo de planificación de lo que se quiere hacer y el tiempo que demandará. La oratoria no escapa a ello, y todo buen orador debe realizar sus esquemas de presentación, grabárselo en su consciente y subconsciente pues son los insumos fundacionales que permiten imaginarse la situación de oratoria para luego materializarla de acuerdo a esquemas y tiempos.
5.El tren de las 18 horas pasa una sola vez, es la quinta lección. Las oportunidades se presentan de una por vez y son únicas e irrepetibles, aunque se dirijan a un mismo destino. Es decir, al orador se le presentan tantas oportunidades como personas que lo escuchan para expresar una idea, sueño, sentimiento… y cada oyente del auditorio es una persona diferente que necesita oír que le van a decir. En consecuencia, la suerte del orador no es otra cosa que aprovechar las múltiples oportunidades que brinda el auditorio.
6.Entender la máxima del control, es la sexta lección. Es inevitable trabajar el control y para ello, se debe comprender que el temor no es una enfermedad, sino una condición innata que hay que minimizar con las herramientas de la serenidad y el conocimiento del tema.
7.Esta es la última lección que hará que las otras prosperen o queden como una de las tantas lecciones por la que pasa el humano, y se tratar de que para hablar en público hay que tener presente lo siguiente: tienes algo que decir, o tienes que decir algo. He aquí el gran dilema de los oradores, pues en determinados momentos las oratorias dejan de lado el conocimiento de lo que está pasando en el contexto inmediato de sus futuros públicos y pierden el hilo de las expectativas e intereses sobre cual o determinado asunto de interés para los oyentes.
De poner en práctica estas siete lecciones permiten entender que el temor no debe causar parálisis oratoria. La confianza trabajada y en su justa medida (no pecar de exceso) es la clave para minimizar los temores, porque ella es la quien alimenta las ganas de superar los retos que nos presenta el ‘hablar en público’.
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