Hablo desde el silencio
- Victor
- 21 sept 2022
- 6 Min. de lectura
“…lo banal crece al ritmo de la verbosidad excesiva del sinsentido, y todo se convierte en bruma, en un trueque falto de transparencia, donde los pensamientos son de poco valor (de escaso sustento), y así lentamente predominan los grises sobre el abanico de colores de los procesos comunicativos y ¿entonces?…”
Grandes tertulias. Grandes debates. Grandes diálogos. Grandes disertaciones… Todas son enriquecedoras cuando conducen al entendimiento, pero cuando los interlocutores no saben guardar ‘ese silencio significativo’ y dan por sentado que los procesos comunicativos es hablar verbalmente es un grave problema: no podrá comprenderse y entender a los otros.
Es frecuente encontrar un error en el refrán ‘Quien calla otorga’ (el silencio otorga cuando hay obligación de contestar)[1]. Ese yerro dar por sentado que la idea (o sentimiento, opinión, etc. que es el corazón del mensaje en el proceso de comunicación) se considere irrefutable o aceptado por el silencio. Esta situación, se ve agravada por el constante bullicio de datos e información de una sociedad hipermediatizada por los avances tecnológicos. Entonces, estos dos elementos crean el 'aura mágica' de la redes sociales, pues quien no se manifiesta en ellas (ejerce el silencio) es considerado conformismo incondicional (aceptación).
Esto lleva a una exacerbada creencia que para tener una comunicación ascendente es con exceso de palabras, con la exposición de la palabra (la verba). Así se sobrevalora al ser comunicativo como el gran comentarista, el gran político, el gran maestro, el gran crítico de la vida, sociedad, problemas y soluciones. Esa creencia hace que los contubernios políticos, sociales, económicos, culturales, educativos, productivos… sean vistos superficialmente y corra por la sociedad como una gigante cortina de humo.
Dentro de esa gran cortina de humo se encuentra el componente silencio, entendido como aquel interlocutor que no posee palabras, y que por esa condición debe ser puesto en el patíbulo, y en paralelo se premia a la verbosidad excesiva del interlocutor que poco dice o poco sabe. Así lo banal[3] crece al ritmo de la verbosidad excesiva del sinsentido, y todo se convierte en bruma, en un trueque falto de transparencia, donde los pensamientos son de poco valor (de escaso sustento), y así lentamente predominan los grises sobre el abanico de colores de los procesos comunicativos y... ¿entonces?:

“No hay aplaza’o (que va a hacer) ni escalafón
Los inmorales nos han iguala’o
Si uno vive en la impostura
Y el otro hala en su ambición
Da lo mismo que seas cura.
Colchonero, rey de bastos
Caradura o polizón
¡Qué falta de respeto!
¡Que atropello a la razón!
Cualquiera es un señor
Cualquiera es un ladrón
Mezcla’o con Stavisky
Va don Bosco y la Mignon
Carmera y Napoleón
Don Chiso y San Martín
Igual que en la vidriera
Irrespetuosa de los Cambalaches
Se ha mezcla’o la vida
Y herida por un sable sin remache
Ves llorar la Biblia
Junto al calefón”. [Cambalache. Enrique Santos Discépolo]
Lamentablemente, los procesos de comunicación se van convirtiendo en una tienda de cambalaches y pocos comprenden a los silencios en los actos del habla; pocos comprenden eso de hablar desde el silencio.
Los silencios son la herramienta que permite a los actores seducir y crear ambientes de intriga.
Los silencios, si se aplican adecuadamente es una habilidad comunicativa que motiva a mejores y eficaces procesos comunicativos, porque el arte de aprender a callar sin callar fortalece los valores sociales y personales, porque:
Permite reflexionar (esta acción es un acto de asimilación y procesamiento de la información recibida que permite estar de acuerdo, en desacuerdo o parcialmente de acuerdo).
Si hay reflexión, hay comprensión no solo de que uno dice sino de lo que los otros tienen que decir.
Desarrolla la empatía, despertando el sentimiento y capacidades de identificarse.
Desarrolla el poder de la observación. Aquel que practica el silencio, puede apartarse de la palabra para poder visualizar lo que hay en el otro, como también, descubrir los sinfines de mensajes que rodea al acto comunicativo.
Sí se evalúan detenidamente en los 4 ítems mencionados, ejercitar el silencio no es “cerrar” la boca para no emitir palabras porque si así fuese, no habría diferencias con el reino animal. El concepto de silencio en comunicación humana es darle identidad e intención comunicativa, es desencadenar la atención y generar concentración en los otros, es darle cuerpo a la observación para comprender al otro y el entorno.
El silencio es aplicar este juego de palabras "no calla quien calla, sino quien no calla”[1] .
Para comprender la riqueza del silencio, se deben conocer los tipos que pueden aplicarse en los procesos de comunicación para enriquecer la calidad del contenido. Dentro de esos silencios elocuentes están:
·El silencio inteligente:
Es aquel que se percibe en el rostro del interlocutor con expresiones agradables e idóneas que comunican aceptación por conocimiento.
·El silencio complaciente:
Es aquel que se ejecuta en reemplazo de las palabras de denotan placer. Las miradas, los gestos, la sonrisa, por ejemplo, son algunos de ellos.
Este tipo es frecuente encontrarlo en las comunicaciones interpersonales donde los sentimientos son el eje central (etapa de enamoramiento, verbigracia).
·El silencio aprobatorio:
Se produce cuando el interlocutor mediante señales no verbales le otorga al otro el consentimiento e importancia a lo que dice.
·El silencio diplomático:
Es aquel que denota prudencia. El rasgo principal es la cautela [no se silencia todo, no se habla todo], porque se mantiene una conducta aplomada para no demostrar de más los intereses comunicativos.
·El silencio desconcertante:
Es aquel que denota prudencia. El rasgo principal es la cautela [no se silencia todo, no se habla todo], porque se mantiene una conducta aplomada para no demostrar más de los intereses comunicativos.
·El silencio juicioso:
Es empleado por la mayoría, pues es aquel que consiste en callar en el momento oportuno, para no desatar un ‘caos’ comunicacional e irritación desmedida en los interlocutores.
·El silencio irónico:
Es aquel que utiliza expresiones no verbales viciadas de burla y malicia para demostrar el poco interés hacia los demás.
·El silencio del sinsentido:
Es aquel que se produce cuando el interlocutor se sumerge en su mundo por conflictos de intereses.
Simplemente se calla porque el interés es desviado a un interés fuera del acto comunicativo, este tipo se visualiza con periodicidad en las comunicaciones de enseñanza / aprendizaje.
·El silencio jocoso:
Luego de realizar un comentario o aseveración ‘errónea o adrede’ para reforzar el contenido del mensaje, expresiones faciales o corporales que denoten “lo jocoso (humorístico del comentario) para reforzar el acto”.
·El silencio denigrante:
Aquel que se manifiesta con una clara e inequívoca actitud de callar mediante acciones de desprecio, soberbia o indiferencia.
Entonces, trabajar correctamente los tipos de silencios mediante el conocimiento de ellos, su análisis, su ensayo y su aplicación real en el acto de comunicación es altamente beneficioso, porque:
El silencio es un recurso que permite expresar la reflexión y comprensión de lo que se habla y mostrar su aceptación, rechazo o indiferencia al contenido del mensaje que pretende una determinada acción, sin necesidad de la palabra.
El silencio es la herramienta comunicativa que rompe la utilización de la verbosidad del sinsentidos.
(*) Victor Hugo Olivares es Profesor - Comunicador Social, egresado de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata -UNLP (Argentina). Desempeñó diversas actividades y cargos relacionados con la comunicación corporativa para empresas privadas, entes gubernamentales y ONG's. Actualmente, reside en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) realizando asesoramiento en comunicación interpersonal y corporativa, como así también el dictado de talleres personales de comunicación política.
Información de contacto: +59170077796 /// +59170488932 /// victor_hugo_olivares@hotmail.com
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NOTAS:
[1] Este refrán no siempre es verdadero. Tiene su origen en el libro sexto del Derecho Canónico, donde va más allá con el concepto: quien calla, cuando pudo y debió callar, parece [parece] que otorga. En ese sentido, si el que calla es acusado de algo y no se defiende pudiendo y debiendo hacerlo, es culpable o al menos cómplice o responsable de lo que se le recrimina. En tanto, en la tertulia, debate, conversación no hay acusaciones lo que hay son ideas, y por tanto, no se tiene la obligación de usar la palabra para salvar su “acusación” que no es tal.
[2] Estar en las redes sociales no es sinónimo de comunicación. Hoy la sociedad está hipnotizada y tiene poca capacidad de reacción por estar ‘al tanto de esto o de aquello' que crea una ilusión de tener opinión fundada sobre cualquier tema. Es decir, hay una capacidad casi nula de reacción dada en la igualdad de importancia de los temas por no tener filtros de consumos de datos, y por ende, de información. Las redes sociales, pone en el mismo plano de igualdad el acontecimiento, pues da lo mismo que ‘un perro muerde a un hombre’ o que ‘un hombre muerde un perro’.
[3] Banal: Trivial, común, insustancial.
[4] Roche, Ivan. El arte de hablar. Trillas S.A. México. 2002
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