La arrogancia
- Victor
- 7 may
- 3 Min. de lectura
“Los que son inteligentes y sabios se dan cuenta que hay una estrategia”

El maullido bajo la luna
En la penumbra de la noche, los gatos arañan el tejado, sus siluetas danzando contra la luna. Para algunos, es solo un espectáculo; para otros, una pelea por el territorio.
Maullidos, garras afiladas, pelos encrespados, miradas desafiantes… todo es drama, un ritual coreografiado, calculado hasta el más mínimo detalle.
La arrogancia del salvador empresarial
Luego están ellos, observando desde la última ventana de su torre, con el brillo de sus fortunas y la certeza de sus logros. Han conquistado mercados, levantado imperios, y ahora creen que la política es solo otro negocio por optimizar. Se presentan como salvadores, los únicos capaces de ver la "estrategia" que, según ellos, los simples mortales no comprenden.
Sus palabras, cargadas de superioridad, no son solo una declaración, son un manifiesto de arrogancia.
Pero la política no es una startup ni un balance financiero. Es un tejado, un campo de juego donde se practica el juego más antiguo de la historia, donde cada jugador, por más joven que sea, es mucho más viejo y astuto de lo que cualquier empresario "360" puede imaginar.
La estrategia de los gatos en el tejado
Llamémosla la "Estrategia de los Gatos en el Tejado".
Antes de las elecciones, los políticos de raza —esos felinos curtidos— se arañan, se difaman, se dividen en precandidaturas ruidosas. Para el público, parece una guerra fratricida que fragmenta partidos. Pero no es caos, es coreografía.
Cada maullido mide la fuerza de un candidato; cada garra afilada prueba la lealtad de los seguidores. Cada pelo encrespado es un escudo ante el agravio.
Y cuando la luna está en lo alto, los gatos se encolumnan detrás del más fuerte, listos para saltar al poder.
Lo que el público ve como pelea, los iniciados lo saben: no es una lucha, es una reproducción del sistema. Los gatos no pelean por el tejado; aseguran su linaje en un acto de amor, de reproducción.
La ceguera de las siluetas
La mayoría, sin embargo, solo ve las siluetas. Algunos romantizan la escena, como si los gatos fueran personajes de un cómic o una película de Disney.
Otros, indignados, ofendidos, engañados, ven peleas y traiciones, y actúan en consecuencia, apoyando a uno u otro felino sin sospechar que todo es parte del guion.
El empresario "inteligente y sabio" no es tan diferente. Cree que ha descubierto la estrategia, pero solo ha comprado el boleto más caro para el teatro, porque cada gato lo llevó de la mano a adquirirlo.
En esa ceguera, surgen sus palabras, revelándose con tono de gurú de kermés itinerante, sin ver que él mismo es un peón en una obra que se repite cada ciclo electoral, un boleto para una "remasterización taquillera" de la política de siempre.
Más allá del tejado
El empresario que se jacta de su inteligencia y sabiduría no es el único engañado. Todos, en algún momento, hemos mirado las siluetas de los gatos en el tejado y creído que entendíamos la escena.
Pero la verdadera estrategia no está en el tejado, sino en los hilos que mueven a los felinos.
Si queremos cambiar el guion, debemos dejar de aplaudir el espectáculo y empezar a cuestionar quién lo dirige.
La próxima vez que escuchemos un maullido en la noche, no nos conformemos con las sombras. Miremos más allá de la luna, porque el cuarto oscuro de la política es más oscuro que nunca.
Y recuerda: maullidos, garras, arañazos, gritos… en los gatos no indican ruptura, sino seducción. Una danza para reproducirse.
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