Ordeñar al toro [a la vista de todos]
- Victor
- 23 oct 2022
- 9 Min. de lectura
"y entonces, el hombre político, se convierte en una fuente inagotable de sucesos extraños, irregulares, de poco aprecio y consideración, con una alta carga de risas, burlas y en ciertos segmentos de la sociedad, produce el desprecio.
En esa vidriera, es dónde el político adquiere “lo ridículo” porque entregó su autonomía de pensamiento y dejó que le construyan el ropaje de arlequín contemporáneo para ponerse por voluntad propia en el mensaje desde la chocarrería, lo mundano y lo grotesco y la Gran Voluntad es reducida a simple espectadora de un acto teatral / circense / carnavalesco con una sola opción: la risa por la risa misma".
El político que incursiona a en la ridiculez es como aquella frase que esgrimió Johnson[1] sobre los radicales de su época. Entonces, a través del recurso de la paráfrasis diremos:
El político que se ridiculiza es como aquel que después de ordeñar a la vaca, intenta ordeñar al toro a la vista de todos.
Analicemos. La RAE nos dice que ridículo en su primera acepción es aquella “bolsa manual que, pendiente de unos cordones, usaban las señoras para llevar el pañuelo y otras menudencias”. En tanto su segunda acepción, del latín ridicûlus, es definido desde los siguientes puntos
(a) “que por su rareza o extravagancia mueve o puede mover a risa”,
(b) “escaso, corto, de poca estimación”,
(c) “extraño, irregular, de poco aprecio y consideración”, y por último
(d) “de genio irregular, excesivamente delicado o reparón”. Luego la RAE se manifiesta sobre la situación ridícula como aquello “expuesto a la burla o al menosprecio de las gentes, sea o no con razón justificada”.
Dentro de estas enunciaciones, la misma RAE revela sobre “un algo o un instinto” a no exponerse a determinadas tareas por sus consecuencias adversas. La Real Academia lo llama el sentido del ridículo describiéndolo como aquella inclinación a evitar ciertos comportamientos o actitudes por considerarlos ridículos.
Ahora bien, el acontecimiento ridículo tiene dos elementos que lo constituyen. Uno es la situación ridícula en sí y el otro, la persona ridícula que es motor de tal situación. Entonces, si se une ambas comienza el “acontecimiento ridículo” que tiene su final cuando se agota la cualidad de la rareza o extravagancia que mueve a risa.

Sin embargo, ese acontecimiento queda grabado en la memoria social, y ante la mínima aparición del sujeto que fue protagonista del acontecimiento ridículo, todo vuelve al punto inicial reviviéndose tantas veces sea hasta que la memoria social va sufriendo una amnesia colectiva y el acontecimiento se desvanece. Tal vez, por ello y tan solo por ello, aquel sujeto que tuvo la experiencia de estar envuelto en la ridiculez, en el futuro sea un hombre cauto, celoso de sus acciones, porque el vulgo ya lo sentenció con su célebre frase: de la ridiculez no se vuelve.
Pero, la ridiculez del hombre político es -en cierto sentido- inagotable e interminable. ¿Pero, por qué?. La respuesta está dada en que nunca se le pasó por su pensamiento ejecutar la acción de la discreción para echar anclas en puerto seguro hasta que pase la tormenta, se vean los nuevos horizontes y se tracen las nuevas rutas. No; esa acción es desterrada de su ser.
El sujeto político contemporáneo tiene la manía de continuar tozudamente en generar acontecimientos ridículos. Al promover nuevos acontecimientos, paulatinamente se construye una cadena interminable de eslabones ridículos que refrescan constantemente la memoria colectiva; y entonces, el hombre político, se convierte en una fuente inagotable de sucesos extraños, irregulares, de poco aprecio y consideración, con una alta carga de risas, burlas y en ciertos segmentos de la sociedad, produce el desprecio.
Lentamente y sin pausa, el hombre como ser político va siendo desplazado por el ser ridículo, con una consecuencia aun mayor:
la ridiculez envuelve a la cosa pública, la banaliza y bastardea produciendo una narcotización de la sociedad que debilita la sensibilidad y la capacidad de reacción, y por ende, las decisiones importantes pasan sin cuestionamientos para instaurarse en lo social con pocas opciones al cambio o reversión.
Justamente, en la cosa pública hay que detenerse por unos instantes, y entender que ella tiene prioridades y necesidades que es canalizada por el Sistema Político compuesto por:
1.Las acciones de equilibrio para el funcionamiento y estabilidad de la sociedad. Por su carácter transversal cruza todos los otros sistemas con la finalidad de articular y balancear las tensiones. Ese equilibrio está conformado por fuerzas (conglomerado de principios, ideas e intereses) representadas por partidos políticos y grupos de presión/poder que compiten entre sí para ganarse el reconocimiento de la sociedad en los modos de visualizar, ejecutar y proyectar la cosa pública.
2.Existencia de corte temporal. El sistema político tiene tiempos de propuesta, ejecución y validación (evaluación). La sociedad no se conforma con proyección de planes y promesas para dar solución a los por qué de los problemas sociales, sino que exige ejecución y resultados.
3.La Gran Voluntad, el juez por antonomasia. Los ciudadanos cada cierta periodicidad ejerce el papel de Juez del tribunal republicano, emitiendo su sentencia (voto) sea por la aprobación o rechazo de las gestiones y/o propuestas de los conglomerados dentro del ejercicio libre y republicano del país.
En esa trilogía se necesita del hombre político, pues, es quien pone el hombro para darle cuerpo al sistema; sin embargo hoy en esa trilogía, aparece el político de la ridiculez, con su fiel papel de tener por consigna ordeñar al toro a la vista de todos[2] para seguir estando en boca de todos y peor aún, más de un distraído lo tienen como un estadista… ¿Qué nos está pasando?. ¿En qué lugar se perdió el sentido del hombre político en el sistema político?.
Lo que está pasando es que hoy se viven en tiempos en el cual lo ridículo se impuso sobre el prestigio. La fama veloz sepultó el camino del esfuerzo. Por otro lado, el avance de las tecnologías de información y la comunicación invadió con imágenes, audio y video de 30 segundos de toda índole provocando una sociedad aturdida y confusa, que aún no ha desarrollado los filtros en su plenitud que brinde la capacidad de digerir los datos para transformarlos en información.
En ese devenir “alguien”, valiéndose de artilugios y simulaciones, expone al político como sí fuera un estratega y tomador de decisiones. Lo que en realidad hay son ‘monjes negros’ [3] de los diferentes conglomerados de poder los que están tomando las verdaderas decisiones. Ese devenir está formando un nuevo paradigma de poder que brinda a la “Gran Voluntad” el arte de la fullería en pequeñas dosis narcotizantes (que es la táctica de la estrategia hipodérmica) mostrando al político en acontecimientos ridículos para generar la tendencia de que…
los debates son sustituidos por el circo y poco a poco, se instala un imaginario social donde las ideas políticas se asocian a lo caricaturesco como ritual político.
Entonces, los hombres oscuros son esos entramados de profesiones (politólogos, comunicadores, semiólogos, psicólogos, sociólogos, antropólogos y unos cuantos ‘ogos’ más) que forman eso que se da por llamar “el equipo de operadores/asesores políticos”. Ellos, desde las sombras elaboran los proyectos, deciden quién, dónde y cómo se ejecutará, acuerdan alianzas, escriben los discursos, escenifican las puestas en escenas, realzan los gustos del político, le crean áureas angelicales, la sonrisa perfecta junto a la broma perfecta[4]; y así es como se suplanta al político de raza por un muñeco más, que es exhibido “en la vidriera / Irrespetuosa de los Cambalaches / Se ha mezcla’o la vida / Y herida por un sable sin remache / Ves llorar la Biblia / Junto al calefón”. [Cambalache. Enrique Santos Discépolo].
Es bello y a la vez deprimente ver el Parlamento convertido en Coliseo. La Gran Voluntad se ríe de los personajes caricaturesco que generan los directores de obras (monjes) no solo en el tiempo que dura la “obra”, sino que la risa perdura porque el propio político por su afán de conquista fuera de las bambalinas continúa en “modo ridículo” transformándose en una fuente inagotable de sucesos extraños, irregulares, de poco aprecio y consideración, con una alta carga de risas, burlas y en algunos sectores el desprecio / rechazo.
Esas risas, esas burlas traen al mismo tiempo y de forma solapada los sentimientos de compasión, pleitesía y empatía hacia el hombre como ser humano dejando de ver al ser político ridículo. Esos sentimientos producen un juego sombrío y la Gran Voluntad…
cada noche se regocija entre risa y burla que le produce el político en escena, retirándose a su morada con la dicha de haber presenciado una grotesca comedia para entrar en tensión consigo mismo. En esos momentos es cuando los sentimientos encubierto se camuflan con la luz difusa de la madrugada, y ejecuta su acto de redención[5] suicida, simbólica, miserable, cobarde y en soledad por darse cuenta que tienen su voluntad narcotizada. Sin embargo, vuelve a resucitar para esperar que llegue el payaso o bufón de turno para volver a inyectarse las dosis narcotizantes de la risa que lo llevará al siguiente suicidio de madrugada.
Adormecida la Gran Voluntad no tiene ánimo de preguntarse: ¿Quiénes son esos “monjes” que ofrecen actores de poca o nula preparación para la obra (salvo raras excepciones)?. Tal vez, si reacciona y comprende que ella es la única Juez, y como tal tiene la responsabilidad, la obligación y la última palabra para desentrañar y exponer a esos monjes negros (junto a sus productos), juzgarlos y darle la sentencia de destierro político para luego volver a las bases del sistema político, donde los parlamentos sean ocupados por hombres políticos que honren la autonomía de pensamiento y de acción con debate de confrontación y superación de ideas que establezcan las directrices de planificación y acción para el funcionamiento y estabilidad de la sociedad.
Resumiendo...
No hay que pedir peras al olmo, ni dejar que otros hagan lo que el ciudadano por obligación y responsabilidad debe hacer.
Dejar en manos de los monjes negros el sistema político para poner a los bufones disfrazados de estadistas políticos, tienen una única e irreversible consecuencia...
el totalitarismo narcotizante de lo ridículo donde la función creativa del ser político es desplazada por el ser ridículo, y la risa liberadora que pone a trabajar la razón es desplazada por la risa adormecedora que sepulta la crítica que mueve a la acción para el cambio.
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Referencias:
[1]La frase que se le atribuye a Samuel Johnson es: “los innovadores son los que después de ordeñar a la vaca, intenta ordeñar al toro” en alusión y crítica a los radicales y liberales de la época, que en el afán de mejorar el ‘estado de las cosas’ irrumpen con novedades a lo que ya está confirmado el correcto funcionamiento. Samuel Johnson. Poeta, ensayista, biógrafo, crítico literario y lexicógrafo inglés. (1709-1784).
[2]En la política vernácula[2]En la política vernácula tenemos varios ejemplares que bien encajan en ese concepto: a nivel local los Jhonny´s, Evaristo´s, o Luchodavidce's. La lista sigue a nivel vecinos y un poquito más allá: los Fernadez’s, los Kici’s, los Joe´s, los Nicolás, los Gabrieles, los Pedro´s y no cruecemos el mar, porque sería interminable. [3]Es necesario aclarar la expresión “monjes negros” para no caer en fuerzas maléficas y supraterrenal. La expresión hace referencia a las personas (seres reales de carne y hueso) que gestionan el caudal electoral del conglomerado partidario para fortalecer al político de turno (en especial en tiempos electorales). Su gestión es privada -en contraposición al candidato que es pública-, y tiene una alta cuota de poder (por la capacidad, facilidad y rapidez en desempeñar diversas funciones que lo convierten en un tejedor de alianzas) dentro de la estructura decisiva del conglomerado político. Estos “hombres” operan submarinamente las opciones construidas del candidato con la propuesta electoral del partido. Lo más llamativo de estos seres es que no trabajan para el político, sino para el conglomerado partidario que es el verdadero poder, el verdadero jefe.
tenemos varios ejemplares que bien encajan en ese concepto: a nivel local los Jhonny´s, Evaristo´s, o Luchodavidce's. La lista sigue a nivel vecinos y un poquito más allá: los Fernadez’s, los Kici’s, los Joe´s, los Nicolás, los Gabrieles, los Pedro´s y no se cruza el mar, porque sería interminable.
[3]Es necesario aclarar la expresión “monjes negros” para no caer en fuerzas maléficas y supraterrenal. La expresión hace referencia a las personas (seres reales de carne y hueso) que gestionan el caudal electoral del conglomerado partidario para fortalecer al político de turno (en especial en tiempos electorales). Su gestión es privada -en contraposición al candidato que es pública-, y tiene una alta cuota de poder (por la capacidad, facilidad y rapidez en desempeñar diversas funciones que lo convierten en un tejedor de alianzas) dentro de la estructura decisiva del conglomerado político. Estos “hombres” operan submarinamente las opciones construidas del candidato con la propuesta electoral del partido. Lo más llamativo de estos seres es que no trabajan para el político, sino para el conglomerado partidario que es el verdadero poder, el verdadero jefe. [4]Un hecho que hizo historia ridícula hasta el hartazgo fue cuando el presidente de la Argentina, Carlos S. Menem (1989-1998) y ante el cambio notorio de su rostro (tratamiento de colágeno y cirugía estética para recuperar su cabello y perder arrugas) se excusó mediante una picadura de avispa. De allí en adelante, en tertulias familiares como programas de humor, esta “situación” fue exprimida más allá del cansancio, resaltando lo ridículo del acontecimiento. (Fuente: El País. Agencia EFE, Buenos Aires – 4/2/1991).
[5]Tomado de la acción redimir correspondiente a la acepción de poner término a algún vejamen, dolor, penuria u otra adversidad o molestia.
Consultas:
Libro Digital 'Historia de la estupidez humana', de Paul Tabori. 1999. Copyright www.elaleph.com
https://www.foixblog.com/2013/02/21/la-politica-y-el-ridiculo/
https://elpais.com/diario/2007/04/05/opinion/1175724006_850215.html
https://www.las2orillas.co/la-ridiculez-de-llorar-a-la-reina-isabel-ii-en-colombia/
https://elpais.com/diario/1991/04/05/internacional/670802406_850215.html
https://www.abc.es/internacional/abci-poder-detras-poder-201604181648_noticia.html
https://www.humanidadescomunidad.unam.mx/el-humor-negro-y-la-risa-como-formas-de-liberacion/
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Propuesta31 – Artículo#25 (Octubre 2022)
(*) Victor Hugo Olivares es Profesor - Comunicador Social, egresado de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata -UNLP (Argentina). Desempeñó diversas actividades y cargos relacionados con la comunicación corporativa para empresas privadas, entes gubernamentales y ONG's. Actualmente, reside en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) realizando asesoramiento en comunicación interpersonal y corporativa, como así también el dictado de talleres personales de comunicación política.
Información de contacto: +59170077796 /// +59170488932///victor_hugo_olivares@hotmail.com /// BlogVictor H Olivares
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