Respeto, una actitud innegociable
- Victor
- 26 jun 2021
- 3 Min. de lectura
Seis maneras de respetar/respetarse en el acto de comunicación.

En todo acto de comunicación el respeto es un pilar fundamental para llevar una comunicación saludable. Respetar / respetarse, se gesta mediante una ‘licencia’ interna que permite y asiste a reiterar las acciones provenientes de pensamientos que posibilitan vivir proactivamente en un determinado marco social donde la persona se desenvuelve. Estas acciones proactivas son guiadas por una actitud innegociable, por la simple causa que de caer en la negociación del respeto, se mostrará una identidad disminuida, devaluada, es decir, poco creíble y débil. Entonces, se reitera, en el acto de comunicación se ponen en la mesa muchos bienes que son factibles de negociación para llegar a acuerdos compartidos, pero nunca se pondrá el valor respeto como un bien negociable.
El valor respetar / respetarse no debe confundirse con vanidad o soberbia, pues, respetar / respetarse es confirmar el sentimiento interno de valoración personal que provoca una actitud proactiva para caminar dignamente por la vida. Ese valor personal que permite admitir cuáles son los anhelos, necesidad y potencialidad personales y hacerlos conocer a los demás.
Entonces, el valor respeto (respetar / respetarse) se debe trabajar en el acto de la comunicación mediante…
La valoración de la integridad…
Todas las personas son dignas y merecedoras de respeto. En el acto de comunicación no se deben tolerar malos tratos, burlas, insultos o cuestionamiento a la propia dignidad, como así también, las de los otros.
Si en el acto se da estos escenarios, el interlocutor debe dejar en claro su posición poniendo en su sitio a los otros interlocutores. Si persisten actitud de no-respeto, dar por finalizado el acto de comunicación. El Valor Respeto / Respetarse no es negociable.
La generación de hábitos comunicacionales saludables…
Tener conocimiento del tema, saber de teorías y herramientas comunicativas son tan necesarias como la habilidad de buen parlante, pues permite potenciar el acto discursivo para desarrollar la idea o proyecto y -así- causar adhesión y empatía en la audiencia, pues, el conocimiento de la temática genera respeto, como reconocer que en determinados temas uno no tiene los elementos para brindar una opinión fundamentada. El reconocerse con determinadas limitaciones sobre un tema determinado, genera tanto respeto como el reconocimiento por la fundamentación basada en el conocimiento. Tener presente, eso que muchos saben y poco profesan: “honestidad intelectual”.
La lealtad a los objetivos…
Los interlocutores tienen sentimientos, sueños, aspiraciones y metas; en consecuencia, la actitud que deben tener es ser consecuentes con ellos. Esta lealtad está íntimamente ligada a la confianza en los argumentos, basados en conocimiento y razonamientos que impulsarán a defender esos sentimientos, sueños, aspiraciones y objetivos. La escases de argumentos disminuye la autoestima y por ende la confianza, situación más temprana que tarde repercutirá en concepto de respeto (específicamente en el ‘respetarse’).
El reconocimiento de los intervalos…
Como en todo momento de la vida, es necesario tener un tiempo para la reflexión. El acto de comunicación no es ajeno a esta afirmación, y aquella persona que no trabaje los intervalos y se muestre siempre con actitud defensiva y acorazada, provocará en los otros la indiferencia, lo cual incitará incertidumbre y desasosiego que -con el correr del tiempo- aumentará la inseguridad personal, convirtiendo a la persona vulnerable y propensa a negociar el valor innegociable: el respeto.
Las equivocaciones...
El acto de comunicación no está exento de los errores, en consecuencia, una vez detectado el error corresponde un análisis para rectificar y ponerlo en la memoria como lección aprendida. Esto está en el ADN humano como ser: aprender de sus errores; aunque muchos no exploren y activen este recurso que se trae. No reconocer el error es negar el respeto, y esa negación valoriza el error para fomentar el autoengaño, y se configura una identidad tergiversada porque se parte de una interpretación forzada o errónea de las consecuencias del acto de comunicación.
La honestidad interna…
En el acto de comunicación hay una verdad que es irrefutable: “internamente la persona sabe sí es o no honesto en sus actos que realiza”. Es decir, como ser humano se tiene verdades fuertes y dolorosas que se asimilan y otras cuestan asimilar, y éstas últimas son las que deben prestarse atención, y por qué. Porque ante ese ‘dolor’ aparecen las excusas para desarraigar el sufrimiento que no se pudo digerir. Si no se hace ese acto de honestidad interna, el acto de comunicación se contamina con dichas excusas y crean desconfianzas en los interlocutores, cayendo otra vez en la identidad tergiversada y paulatinamente los otros van perdiendo el valor respeto.
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