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Te preguntas, ¿para qué hablar?

  • Foto del escritor: Victor
    Victor
  • 27 sept 2021
  • 3 Min. de lectura

Comenzaré con el siguiente interrogante, ¿para qué hablar?. Sé que muchas veces lo pensaste cuando se tuvo un determinado cruce de opinión, o brindaste a alguién un consejo, o simplemente expusiste tu punto de vista y lo único que lograste fue ese “silencio indiferente”. En es mismo instante tú Yo te interpela con: ¿para qué hablar?.

Te tengo una mala noticia. Por más que te esfuerces en llevar a la práctica el dicho: “en boca cerrada no entran moscas”, más temprano que tarde romperás esa máxima popular y dirás que hablaste por ‘por necesidad’, para ‘expresarle una idea’, para ‘que sepa algo’, etc. Podrás tener miles de justificaciones, sin embargo, la respuesta es que tenemos la necesidad de comunicar (de decir), porque está en nuestra condición humana. Te tengo una buena noticia. Sabemos que siempre hablaremos, ahora hay que saber por qué. ¡El hombre, tiene propósitos!. Y en el acto del habla, específicamente en la oratoria (y en toda la comunicación humana) se tienen cuatros propósitos centrales que dan respuesta el para qué hablar. Toda vez que hablamos lo hacemos con el propósito de: · Encantar la imaginación del otro. · Formar el conocimiento en el otro. · Actuar sobre la voluntad del otro. · Incentivar pasiones del otro. Estos cuatro propósitos son empujados por ‘deseo’ de que el público oyente comprenda, conozca, disfrute y sienta el tema de nuestra intervención y se apropie de él. De esta manera el propósito responde a: Informar. Es dar a conocer toda una serie de datos y acontecimientos objetivos y relevantes que hace al tema principal de la disertación. Aquí se cumple la misión de poner en común una determinada cadena de información del tema al auditorio. Distraer Es provocar una ‘distención medida’ en el auditorio. La misión de este propósito es crear un climax para volver a retomar la cadena de información. Generalmente la técnica más utilizada son anécdotas (con algo de ironía y humor) que estén relacionadas al tema principal. Convencer Aquí se busca modificar (transformar) opiniones mediante el discernimiento del tema (con datos, hechos, estadísticas y conocimiento real); y para ello, el orador debe estar preparado y convencido de lo que dice, debe ser sincero y evitar todo acción que se manifieste como manipulación o demagógica[1].


Persuadir.

El orador está preparado y convencido de lo que habla, es decir que asume una posición sobre ese tema. Justamente es en este propósito donde se juega la última carta para conseguir seguidores a su posición. Él busca influenciar las actitudes y las conductas de los oyentes para ponerlos en acción. Él tratará de despertar las emociones del auditorio para ponerlos en acción inmediata.





La Yapa Uno…

En una intervención que trate de sumar adeptos (como en oratoria política) es necesario despertar emociones. Para ello, se debe trazar paralelismos entre las necesidades de los públicos con las posibilidades reales de superarlas con la acción.

Esa acción debe ser activada mediante palabras que llevan consigo una alta carga emocional. ‘Libertad’, ‘justicia’, ‘solidaridad’, ‘lucha’, ‘bienestar’, etc., cumplen con esa misión.


La Yapa Dos…

Cuando nos preguntamos ¿para qué hablar?, se activan en la mente los propósitos mencionados en simultáneo. Por ello, en una conferencia el orador activa su lado informativo, pero a su vez ameniza su intervención con elementos para relajar a la audiencia. Luego, busca que los oyentes se convenzan mediante la fundamentación basado en el conocimiento, (lo correctamente académico, frío y lo más cercano a la objetividad). Sin embargo, el ciclo termina cerrándose cuándo se pasa a la acción (se puede estar convencido de algo, pero si no se lleva a la acción -a la práctica- es solo teoría en mente[2]). Esto se logra mediante la persuasión, esa herramienta que moviliza, que predispone al hombre a poner en práctica en lo que él está convencido.

Por ello, es importante tener presente los 4 propósitos de una disertación para que el tema en cuestión sea puesto en común.


Victor H. Olivares, Profesor en Comunicación Social

SC; 26/09/2021

[1] En este propósito, quienes frecuentemente se confunden son los políticos, pues, ellos están con escasa preparación en el conocimiento de temas específicos, pero si con un amplio conocimiento global de los grandes temas políticos. Esa línea delgada entre lo particular y lo general se visualiza cuando se embarcan a explicar con argumentos basados en la generalidad y no en la particularidad del tema, y caen en una serie de palabrerías rimbombantes, que el auditorio rechaza y hasta consideran pedantes. [2]Entre convencer y persuadir existe una delgada diferencia: convencer es acción de conocimiento, en tanto persuadir es acción mediante las emociones y sentimientos.



 
 
 

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