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¿Y si ya vimos estas red flags antes? [Bolivia frente al espejo democrático]

  • Foto del escritor: Victor
    Victor
  • hace 9 minutos
  • 4 Min. de lectura
Red Flags Políticas: Lo que no estamos viendo a dos meses de las elecciones

Hace apenas unos días, se difundió un nuevo sondeo de intención de voto de cara a las elecciones presidenciales en Bolivia. A medida que se desgranaban los porcentajes, los analistas de turno hacían sus habituales interpretaciones: explicaban el ascenso o descenso de cada candidato, apelando a sus discursos, gestos o errores acumulados.

Pero había algo que no aparecía en el análisis. O mejor dicho, algo que se omitía con peligrosa naturalidad: las red flags políticas.


Mientras los números desfilaban con entusiasmo, el enfoque seguía siendo optimista, emocional o superficial. Como dicen, con ironía, algunos liberales del sur: “no la ven”.

 

¿Qué es una red flag (política)?

El término “red flag” proviene del lenguaje emocional y social contemporáneo. Se usa para advertir señales de alerta en cualquier tipo de relación humana: amorosa, amistosa, laboral… o política.


En este último caso, una red flag política es una advertencia temprana. Una señal que nos dice que detrás del discurso o del carisma de un candidato puede haber prácticas o intenciones que —a futuro— afecten la salud democrática de un país.

Y Bolivia no está exenta. Más bien, ha convivido con estas señales durante los últimos 25 años, muchas veces ignorándolas hasta que se volvieron costumbre.

 

La política también avisa

La política, por definición, es una forma de organizar la vida en común. Es estructura, conflicto, visión y límites. Si una red flag alerta sobre un desequilibrio en un vínculo, una red flag política advierte sobre el desequilibrio institucional antes de que sea irreversible.


Estas señales pueden estar en el comportamiento de un líder, en la estructura de un partido o en el diseño de su propuesta electoral. Y cuando no se las mira, se votan riesgos en lugar de proyectos.

 

Seis red flags que hoy vuelven a aparecer (pero no las únicas)

A continuación, una síntesis de los focos de alerta que se observan en los discursos y estilos de varios candidatos actuales:

 

1. Concentración de poder

El líder y su partido evitan definirse sobre el equilibrio institucional. Hablan de "eficiencia", pero eligen al vicepresidente en función de éxitos temporales por sobre la trayectoria institucional democrática, además de esquivar con verbosidades incoherentes temas como la independencia judicial o el rol del Parlamento. Cuando se los cuestiona, balbucean o evaden.

 

2. Ataques a la prensa y la oposición

Rechazan el debate, desacreditan medios críticos y deslegitiman a la oposición. No es solo una estrategia de campaña: es una forma de evitar la rendición de cuentas pública.

 

3. Retórica populista

Prometen lo imposible, apelan a enemigos imaginarios o bien a conceptos tan amplios como “el imperio”, “la derecha”, “la izquierda”… para despertar emociones y tapar el razonamiento. La argumentación es una actividad que tratan de evitar y la reemplazan por “verdades reveladas” generadas por el ‘pueblo’. En lugar de políticas públicas, venden soluciones mágicas porque así lo dicta ese ‘pueblo’ al que dicen pertenecer.

 

4. Corrupción estructural

Más allá de slogans anticorrupción, muchos están rodeados de figuras vinculadas a negocios turbios, favores cruzados o gestiones anteriores manchadas por el desvío de fondos públicos.

 

5. Debilitamiento institucional

Muestran indiferencia por los organismos de control, buscan cooptar la justicia, los tribunales electorales, o relativizan la legalidad en nombre de un supuesto bien mayor. El Estado se vuelve una herramienta personal, multiplicando ministerios para desmotivar los reclamos y ralentizar las respuestas a problemas cotidianos de la sociedad.

 

6. Violencia política (simbólica o física)

Ya sea desde el discurso o desde las calles, justifican el uso de la intimidación para silenciar, reprimir o condicionar a quien piensa distinto. Instalan miedo como forma de poder.

 

El riesgo de no ver (otra vez)

Es importante dejarlo claro: que un candidato muestre una red flag no significa que el país esté condenado al fracaso del sistema democrático ni al inicio inevitable de un sistema personalista con rasgos autoritarios. Pero sí es una advertencia legítima: son las “banderas rojas” que se agitan en las carreras, advirtiendo zonas de transitabilidad peligrosa. Y sí, esas mismas banderas que flamean en la cima del sistema invitan a prevenir antes de lamentar.


Y es responsabilidad ciudadana no esperar a las urnas para reaccionar. Las red flags políticas deben generar alerta activa. Exigir transparencia, rendición de cuentas, y coherencia entre lo que se dice y lo que se hace —no solo cada cinco años, sino cada día— es lo mínimo que le debemos a nuestra democracia.

 

No solo se pierden derechos políticos

Cada vez que se normaliza una red flag política, no solo se erosiona el sistema democrático: también se complica la vida cotidiana.


¿Por qué? Porque cuando se debilitan las instituciones, se quiebra el Estado de derecho. Y cuando eso pasa, la libertad se vuelve privilegio para pocos, y la igualdad ante la ley se convierte en discurso vacío.

 

Es por el futuro, no por el pasado

La democracia boliviana carga con décadas de desgaste, corrupción y violencia simbólica e institucional. Pero el problema ya no es solo mirar atrás. Es saber mirar hacia adelante.


A 60 días de una nueva elección, el compromiso cívico no puede ser ingenuo. Hoy más que nunca, necesitamos votar con conciencia crítica y exigir futuro con memoria activa.


Esto ya no es por el pasado.

Es para el futuro.

Y el futuro empieza ahora.

¿Estás de acuerdo?



 
 
 

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Victor Olivares Creado con Wix.com

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