Entre redes, resentimientos y algoritmos
- Victor
- 24 jun
- 4 Min. de lectura
La batalla por la agenda social y democrática
Cada reflexión es la mejor inversión que te llevará a tener voz, acción y participación real
Vivimos el primer cuarto de siglo con la creencia de que las redes sociales y las tecnologías digitales transformaron radicalmente la forma en que nos comunicamos, y que las realidades políticas y sociales se reinventaban día a día en una espiral superadora. Sin embargo, más allá de las nuevas plataformas y herramientas —desde deepfakes hasta mensajes virales y discursos emotivos—, comenzamos el segundo cuarto de siglo con una esencia intacta e inviolable: la lucha humana de grupos de poder por imponer una agenda en la sociedad.

Esto permanece constante. El manejo de la información, la difusión de medias verdades y mentiras disfrazadas de verdad no son fenómenos nuevos, sino viejas estrategias que hoy adquieren nuevas formas y, lo más profundo aún, cuentan con amplificadores hasta ahora sin techo.
Esta batalla por la narrativa pública, cargada de emociones como el resentimiento, amenaza la democracia y la convivencia, a menos que entendamos y respondamos con una ciudadanía activa, responsable y crítica.
Señales de alerta en la democracia: las “red flags” políticas
Hace unos días, realicé un análisis sobre la realidad boliviana a 60 días de las elecciones presidenciales. Allí, desde mi óptica, expuse las claras señales —las “red flags”— que advierten sobre el deterioro democrático. Entre otras, destaqué de forma general los mensajes equívocos de los candidatos, sintetizados en: (1) la concentración excesiva de poder, (2) los ataques sistemáticos a la prensa y a la oposición, y (3) el uso de una retórica populista que apela más a emociones que a razones.
Estas banderas rojas no son solo indicadores de crisis política, sino también síntomas de un fenómeno global: la manipulación de las emociones y de la información para consolidar agendas que pueden desestabilizar la institucionalidad y la convivencia social.
Allí, según mi entender, hice un llamado claro: la defensa de la democracia no puede reducirse a la periodicidad electoral, sino que exige una vigilancia constante, una cultura política informada y una exigencia permanente de rendición de cuentas. La transparencia y la educación cívica son herramientas fundamentales para que la sociedad no caiga en el juego de los discursos fragmentados ni en la trampa de aceptar la manipulación como “normalidad”.
El resentimiento como herramienta de manipulación y paralización social
En otro trabajo, esgrimí el papel corrosivo del resentimiento como emoción política. El “Club de Piratas Resentidos” es una metáfora de aquellos discursos y actores que se nutren del resentimiento social para fomentar la victimización, la culpa hacia el otro y la división. Este resentimiento, en lugar de generar acciones constructivas, termina paralizando, creando ciclos de dependencia emocional y justificaciones basadas en culpas externas.
Sin embargo, también reconocí —y por fortuna aún sigo creyendo y reconociendo en grupos— la figura del “silente”: el ciudadano que, pese a las críticas y el ruido político, asume la responsabilidad individual, emprende y defiende su autonomía. Esta actitud, apoyada en la verdad y en la honestidad, es un antídoto frente a la toxicidad del resentimiento y una invitación a construir desde el mérito personal y la verdad compartida.
La era de la verdadIA: manipulación algorítmica y desinformación digital
Lautaro González Amato, en su artículo sobre “Blindar la democracia en tiempos de verdadIA”, aporta la perspectiva tecnológica que amplifica y complejiza la crisis comunicacional. Las tecnologías de inteligencia artificial, con sus deepfakes, audios clonados y contenidos sintéticos, permiten que lo falso parezca verdadero y lo verdadero se diluya en un océano de dudas. Esta manipulación, lejos de ser casual, es parte de estrategias de “lawfare 4.0” y framing político, donde las emociones —en particular el odio y el resentimiento— son explotadas para despolitizar el debate y reemplazar la deliberación racional por reacciones viscerales.
González Amato señala que el mayor peligro no es un video falso per se, sino la aceptación de que “todo es falso”, que instala cinismo, apatía y desmovilización social. La solución pasa por fomentar la alfabetización mediática desde edades tempranas, exigir transparencia digital y desarrollar contra-narrativas que fortalezcan la verdad y la responsabilidad colectiva.
La misma batalla, nuevas herramientas
Más allá de los avances tecnológicos y de las plataformas que nos conectan, la lucha fundamental del ser humano en sociedad sigue siendo la misma: imponer una agenda de temas que influya en el rumbo de la sociedad. Lo que cambia son los medios y las formas de manipulación, que ahora combinan verdades a medias, mentiras vestidas de “verdad” y emociones potentes como el resentimiento para paralizar o dividir.
La clave para blindar la democracia y fortalecer la convivencia no está en resistir solo con optimismo, ni en caer en la trampa de la victimización, sino en construir una ciudadanía vigilante, crítica y responsable, capaz de cuestionar, exigir transparencia y defender la verdad.
Este segundo cuarto de siglo, donde todo pareciera pasar bajo la omnipresencia de la “inteligencia digital” como filtro de la verdad y la mentira para establecer la agenda pública, el compromiso individual y colectivo con la responsabilidad, la educación y la comunicación honesta será el escudo más potente contra la manipulación y la desinformación que se avecina, mediante algoritmos ágilmente creados para generar parálisis.
Solo así podremos entrar en acción, romper el ciclo de manipulación totalizante en función del resentimiento que provoca inacción, derribar las falsas agendas y garantizar que la democracia no sea una ilusión, sino una práctica cotidiana y sólida, en la que la palabra libre y la acción consciente sean los motores transformadores.
Por Victor Olivares
NOTAS:
GLOSARIO:
Lawfare 4.0: Uso estratégico del sistema judicial con fines políticos en contextos de alta tecnología y comunicación digital, donde los juicios se vuelven armas mediáticas para desacreditar o inhabilitar adversarios.
Framing político: Técnica de comunicación que define cómo se presenta un tema o hecho para influir en la percepción pública, seleccionando qué aspectos destacar y con qué lenguaje.
Deepfakes: Contenido audiovisual manipulado mediante inteligencia artificial para simular de forma realista rostros o voces, con potencial para engañar, desinformar o suplantar identidades.
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