Barba… estás tan cerca que ya casi ni te oigo
- Victor

- 7 nov
- 3 Min. de lectura

Sí, palabras más, palabras menos, esa frase me quedó grabada como el graffiti que fue. La leí a finales de los ’80 en la ciudad que forjó mis estudios en comunicación: “Barba… estás tan cerca que ya casi ni te oigo”.
En esa época de hervidero “revolucionario”, disparaba nostalgia, desazón y ese encuentro con la eternidad que solo la juventud inventa.
Pasaron los años y, como todo graffiti, se perdió. Pero algo quedó de él, y hoy le encuentro otro sentido, no revolucionario, sino terrenal, para quienes ya gastamos suelas caminando las sendas de la comunicación corporativa.
La cercanía como identidad: por qué los emprendimientos nacen desde lo local.¿Comenzamos?
LA CERCANÍA COMO IDENTIDAD: DONDE NACEN LAS MARCAS CON ALMA
En un mundo saturado de mensajes globales -rápidos, impersonales, genéricos, mediatizados por influencers que estereotipan el producto a su medida y no a la de la empresa- hay algo que vuelve a cobrar valor: la voz que susurra al oído, la que enamora, la que habla desde lo cercano.
En ese susurro se construyen las narrativas locales. Esas que hoy empiezan a distinguirse como un acto de humanidad en medio del ruido global-digital. Y no es casualidad.
Todo emprendimiento, cuando nace, nace mirando lo que tiene al lado y escuchando esos susurros casi imperceptibles que anuncian una necesidad real. Y ahí aparece la primera enseñanza: el aquí y ahora es la primera escuela del emprendedor.
Observando a su comunidad —sus gestos, sus tiempos, sus dolores y sus deseos— descubre que el negocio no empieza con una gran idea, sino con gente real que necesita algo real. La gran idea viene después.
En esa escuela primaria, casi artesanal, da los primeros pasos y se forja la identidad del proyecto, teniendo siempre presente que:
Identidad no es imagen.
Identidad no es imitación.
LA HUMANIDAD DE UNA EMPRESA SE DEFINE EN EL LUGAR DONDE TOCA LA VIDA DE OTROS
Y esa humanidad se siente en la cercanía: cuando el servicio no es un trámite, cuando el producto no es un objeto, cuando la experiencia no es un protocolo… se funda el gesto que reconoce al otro y sucede la transformación: el cliente deja de ser cliente y se convierte en propietario emocional del emprendimiento.
En ese instante de transformación florece la marca, porque cuando algo se siente propio, cuesta desprenderse de ello.
Eso vale para las personas… y también para las marcas.
El emprendedor que comprende esta lógica -“estoy aquí para vos”- construye algo más que una oferta: construye pertenencia.
El activo más preciado que ninguna campaña paga, pero que toda empresa necesita.
La narrativa local no es romanticismo: es estrategia inteligente. Es entender que:
antes de conquistar mercados, hay que conquistar miradas;
antes de pensar en alcance, hay que pensar en arraigo;
antes de correr detrás de tendencias, hay que escuchar lo que sucede en la vereda del emprendimiento.
FUNDA. SOSTIENE. HUMANIZA.
La cercanía no limita: funda.
La comunidad no achica: sostiene.
Lo local no encierra: humaniza.
Y en tiempos donde todo parece replicable, automatizable y artificial, lo único irrepetible es aquello que surge desde el interior: la identidad verdadera.
La que se construye con nombres propios, calles conocidas y realidades compartidas; es decir, mirando desde tu barrio al mundo. Es lo que perdurará, pues el nacimiento cercano provoca lo mágico: que los “extraños” sientan el proyecto como algo suyo.
Ahí empieza la marca.
Ahí se instala el mensaje.
Ahí aparece la diferencia.
Porque toda gran historia empresarial comenzó así:
con alguien hablando, susurrando, de cerca, a quienes tenía más cerca.Porque, al fin de cuentas, lo que enamora no es el algoritmo… sino la cercanía.
Por Víctor Olivares



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